El análisis de Milanovic aporta claridad al debate, pero también genera interrogantes. Por un lado, el autor argumenta que la globalización ha reducido la desigualdad entre países. El crecimiento de economías emergentes como China e India ha cerrado brechas que, hace pocas décadas, parecían insalvables. Sin embargo, también destaca que las desigualdades internas dentro de los países han aumentado drásticamente. Este punto es crucial, ya que cuestiona el balance entre los beneficios globales y los costos sociales locales.
Uno de los aspectos que merece ser cuestionado es su enfoque en las "fuerzas benignas y malignas" que influyen en la desigualdad. Milanovic sugiere que factores como la educación, la redistribución fiscal y el crecimiento económico son esenciales para mitigar las desigualdades. Aunque estas ideas son acertadas, parecen subestimar el papel de las dinámicas de poder político y las estructuras institucionales que perpetúan estas disparidades. Por ejemplo, el acceso desigual a los derechos de ciudadanía, una de las críticas más válidas de su concepto de "prima de ciudadanía", no recibe el peso que merece. La desigualdad estructural no puede resolverse solo con políticas redistributivas; requiere también un cambio en las bases de cómo funcionan las economías y los sistemas políticos globales.A pesar de estas limitaciones, "Desigualdad Mundial" es una obra que logra sintetizar complejos fenómenos económicos y sociales en un marco comprensible. Milanovic no solo expone los datos de manera convincente, sino que también desafía al lector a reflexionar sobre las implicaciones de la globalización. Su capacidad para combinar análisis histórico, teoría económica y narrativa contemporánea es admirable, y su libro se consolida como una referencia obligatoria para quienes buscan entender las dinámicas de la desigualdad en el siglo XXI.
En mi opinión, el mayor valor del libro es su capacidad para encender debates necesarios. La globalización, como cualquier fenómeno, no tiene por qué ser buena ni mala; su impacto depende de cómo se gestione. Milanovic nos invita a considerar cómo podemos aprovechar sus beneficios sin ignorar los costos que impone a los más vulnerables. En un momento en que las desigualdades siguen siendo una amenaza para la estabilidad política y social, este llamado a la acción no podría ser más oportuno.